domingo, 13 de febrero de 2011

Los robos de autos de lujo son cada vez más violentos

12/02/11 - 22:40

Hay bandas que los cambian por cocaína en Bolivia. La Justicia descubrió una red que opera en el Oeste y Norte del GBA. Los ladrones montan retenes policiales falsos para detener a los coches. “Si tienen que matar, lo hacen”, dicen los investigadores.


PorSergio Dima Clarin

Hasta no hace mucho, los robos más frecuentes de autos de alta gama se registraban en concesionarias o en camiones mosquito. Eran golpes rápidos y limpios. Ahora el panorama parece haber cambiado. El crimen de José Luis Quispe, un chico de 13 años fusilado en General Rodríguez durante el robo de la camioneta Amarok de su familia, puso de manifiesto una nueva e inquietante tendencia. Los investigadores de este caso descubrieron una red de organizaciones delictivas muy violentas que se dedican a robar vehículos de lujo en las zonas Norte y Oeste del conurbano bonaerense. Las bandas están interrelacionadas y tienen la capacidad de rearmarse para seguir actuando cuando alguno de sus miembros cae detenido. Contarían, además, con algún tipo de cobertura, ya sea para falsificar los documentos del vehículo como para operar. Y un destino para los coches: Bolivia, donde son canjeados por cocaína.


Por el crimen de Quispe, la Justicia de Luján arrestó a dos sospechosos y pidió la captura de otros tres, que están prófugos. La banda también está acusada de haber matado al peluquero Gualter Carabajal, el 3 de diciembre último. “El objetivo de estas organizaciones son los vehículos, no los homicidios. Pero si para obtener un auto o una camioneta tienen que matar a alguien, lo hacen”, aseguró a Clarín una fuente judicial.


Tras el homicidio de Quispe, la Policía arrestó primero a dos hombres en General Paz y avenida Beiró. Esos sospechosos quedaron complicados por el robo de tres autos en jurisdicción de San Martín. Y si bien no fueron involucrados directamente en el caso del chico, sí pudo verificarse que tenían relaciones con esa banda. Pero, además, con otra organización que fue atrapada en diciembre, tras una investigación de ocho meses encabezada por las policías de San Isidro y José C. Paz.


Aquel primer expediente permitió rearmar los vínculos que entrelaza a las distintas bandas que roban autos de alta gama (sobre todo en el corredor de la Autopista de Oeste o de la avenida Libertador, en Zona Norte). También alcanzó a reconstruir gran parte del recorrido que hacen los vehículos una vez que son robados.


Tres fuentes investigativas dijeron a Clarín que la forma de actuar es relativamente simple, arriesgada y común a casi todas las organizaciones, en mayor o menor detalle. A veces realizan inteligencia, otras actúan al voleo.


La investigación pudo determinar que, primero, el vehículo era robado por asaltantes que se hacían pasar por policías. Luego, era llevado a un reducidor en La Paternal, donde un técnico (el “tordo”) le sacaba le rastreador satelital (el “bicho”). Allí, además, al auto “lo curaban” (le sacan todo aquello que lo hacía identificable) en apenas 15 minutos y le conseguían nuevos documentos. Luego venían los traslados a Bolivia a cargo de choferes contratados para la ocasión (cobraban hasta $ 25.000, depende la marca del vehículo).


El cruce fronterizo muchas veces se hacía directamente a través del río Bermejo, a la altura de Aguas Blancas. En general, allí el auto era canjeado por droga. Un dato llamativo de la causa es que se comprobó que, en uno de los regresos, luego de haber cambiado dos camionetas por 50 kilos de cocaína, los propios delincuentes fueron robados (en el kilómetro 50 de la Panamericana, ramal Campana). Tres hombres tiraron piedras en el camino y terminaron llevándose el coche y la droga que llevaba la banda a Buenos Aires.


Toda la investigación se remonta a las 23 horas del 29 de abril de 2010. Esa noche, tres falsos policías obligaron a un hombre a detener su camioneta BMW X6 con la excusa de un control de rutina en avenida Libertador y Maipú, en San Isidro. “¿Tiene rastreador?”, fue lo primero que le preguntaron al dueño de la 4x4. El hombre fue retenido varios minutos hasta que la banda finalmente desapareció con la camioneta. En ese caso, el rastreador no funcionaba. Pero cuando los investigadores pudieron reactivarlo, comenzó el seguimiento que los llevaría a Bolivia.


Los ladrones quedaron acusados de seis robos similares, ocurrido entre marzo de 2007 y abril de 2010. Durante un allanamiento en la casa de uno de los siete detenidos por esa causa, se secuestraron autopartes que se correspondían con no menos de 45 autos robados. Dos de los hechos incluyeron disparos: en uno, un ladrón murió al enfrentarse con un custodio.


A las 0.15 del 18 de marzo de 2007, en avenida Libertador y Primera Junta, San Isidro, tres hombres le cruzaron un auto a un BMW 530. El dueño estaba acompañado de dos mujeres. Pero, además, al volante de la camioneta iba un gendarme como custodio. “Abrí porque te mato”, gritaron los ladrones. El gendarme se pasó al asiento del acompañante, pero antes de que la banda pudiera llevarse la 4x4 se identificó y mató a uno de los ladrones. Los demás integrantes de la banda decidieron huir con las manos vacías.


El 25 de abril de 2009, un hombre se dirigía en su camioneta BMW X6 a la casa de un amigo en Martínez. Tres asaltantes lo obligaron a parar, siempre haciéndose pasar por policías. Uno de ellos le pegó una trompada en el rostro, lo forzó a cambiar de asiento y se lo llevaron secuestrado en su camioneta. La víctima tomó una decisión arriesgada. A lo 30 metros del lugar en el que había sido capturado, se tiró del vehículo en movimiento. Los ladrones le dispararon dos veces, aunque sin puntería.


Un hombre mencionado en la causa que fue investigada por la Justicia de San Isidro, quedó sospechado de integrar también el grupo que asesinó a Quispe. El asaltante tendría el papel de intermediario entre los robos, los desarmaderos y los compradores. De todas maneras, los investigadores saben que apenas descubrieron el comienzo de un extenso ovillo y que la red tiene la capacidad de reagruparse. La demanda no se agota. El negocio sigue funcionando, más allá de la caída de algún delincuente. Y más allá de las muertes.

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