El ex tupamaro se pronunció a favor de eximir de prisión a los ex represores mayores de 70 años. Prometió un aumento de salarios a las tropas.
Mujica saluda al jefe del Ejército, Jorge Washington Rosales, en la previa de la reunión con la cúpula castrense. (Presidencia Uruguay)
La foto podría quedar para la historia. El uruguayo José “Pepe” Mujica, ex guerrillero tupamaro, ex preso de la dictadura durante 13 años, visitó por primera vez a la cúpula de las Fuerzas Armadas. Ayer al mediodía, el jefe del Ejército, Jorge Washington Rosales, lo recibió en la sede del Regimiento de Caballería Blindado Nº 2 de Durazno, en el centro del país. Tras un breve encuentro con los jefes de las tres fuerzas, Mujica enfrentó a unos 300 militares en una base aérea cercana. El presidente les habló de reconciliación. Y tal como había esbozado durante su campaña, llamó a trabajar por la “unidad nacional” bajo la premisa de que en Uruguay “no hay vencidos ni vencedores”. Luego prometió “a los soldados de mi patria” –así los llamó– un aumento de salarios para que “no naveguen en la pobreza”. El discurso conciliador de Mujica coincidió con la polémica que abrió días atrás cuando propuso modificar la llamada Ley de Humanización del sistema carcelario para otorgar el beneficio de la prisión domiciliaria a los ex Mientras José Mujica desayuna o almuerza en bares públicos, su canciller, Luis Almagro, usa el colectivo para ir al trabajo. Estas son algunas de las señales de austeridad que transmite el nuevo gobierno de Uruguay.El presidente ya fue visto tres veces en bares del centro de Montevideo almorzando sin custodia. Al canciller Almagro se lo puede ver todos los días por la mañana temprano viajando en un colectivo de media distancia desde su casa en la costa atlántica, a unos 60 kilómetros de la capital.“Es parte de mi vida trasladarme así a mi trabajo”, dijo Almagro para justificar su rechazo a los coches oficiales. Hace unas semanas el ministro fue sorprendido por un fuerte temporal y tuvo que guarecerse en un refugio peatonal. Una señora que esperaba el bus lo reconoció. “¿Usted no es el canciller?”, le preguntó, a lo que Almagro respondió afirmativamente. “¿Y qué hace aquí?”, agregó la mujer, sorprendida. “Me agarró la lluvia igual que a usted”, dijo Almagro, y permaneció hasta que le mandaron un vehículo desde el ministerio. Con estas actitudes de algunos represores presos que tengan más de 70 años o padezcan enfermedades terminales.La historia comenzó el 1 de marzo, cuando asumió la presidencia. Tras recibir el saludo de la cúpula militar, Mujica nombró ministro de Defensa a Luis Rosadilla, también ex guerrillero y también ex preso político. En las primeras palabras que dirigía como presidente a las fuerzas armadas, Mujica indicó que no pretende desde el poder saldar cuentas del pasado. “Cada cual tendrá que cargar con su mochila, pero las mochilas no son ejercicio de saldar cuentas cuando hay que construir, por eso hoy esto es muy simbólico, tremendamente simbólico”, argumentó. Ayer reforzó esta idea con una reunión cumbre con los jefes militares, que la prensa uruguaya no dudó en calificar de “histórica”.En las filas militares existe el convencimiento de que sólo Mujica tiene la autoridad suficiente, práctica pero también moral, para evitar una profundización de la política de derechos humanos que inició el ex presidente Tabaré Vázquez. Esto es, mantener intacta la Ley de Caducidad que limita el juzgamiento de los delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura (1973-1985) y, en el mejor de los casos, que los ex represores mayores de 70 años o enfermos puedan cumplir sus condenas a domicilio.“Yo no quiero tener viejos presos. Viejos de 75, 80 años”, dijo Mujica esta semana. Luego fue más allá al denunciar que “la Justicia tiene un hedor a venganza de la puta madre que lo parió”.“Mujica siempre tuvo con los militares la solidaridad del combatiente, por lo que nunca fue antimilitar. Ésa es una actitud que ya lo distinguía de sus compañeros de militancia”, dijo a Crítica de la Argentina el analista político uruguayo Hebert Gatto. De hecho, las opiniones de Mujica merecieron un repudio más o menos velado de integrantes del Frente Amplio, muchos de ellos víctimas del terrorismo de Estado. Luis Puig, diputado oficialista y ex secretario de derechos humanos de la central obrera PITCNT, dijo que “no es posible considerar presos comunes a quienes cometieron delitos de lesa humanidad, secuestraron impunemente, violaron a presas, se apoderaron de niños y asesinaron a presos políticos”. En el mismo sentido se manifestaron otros diputados y senadores frenteamplistas. No es un dato menor que en Uruguay no exista la herramienta del decreto presidencial: el ex tupamaro necesita que el beneficio a los militares sea aprobado por el Congreso. “Pero Mujica es muy vivo y sólo está probando hasta donde puede. Si ve que no obtiene resultados, se retirará antes de que la sangre llegue al río”, explicó Gatto. El debate, en todo caso, llenó de esperanzas los cuarteles.
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