martes, 9 de noviembre de 2010

“Si me tienen que matar, mátenme acá, pero a mi casa no entra nadie”

09/11/10 - 02:08

PorLiliana Caruso

Aún le juegan en contra los nervios de haber estado más de dos horas en manos de cuatro delincuentes, huyendo de la Policía a toda velocidad por el conurbano bonaerense, después de negarse terminantemente a que los ladrones se le metieran en su casa. La persecución terminó trágicamente: los asaltantes chocaron el auto de Cristian, robaron otro y volvieron a chocar. Tres de ellos terminaron muertos y el otro está internado en estado grave.
“Me pareció una eternidad”, dice Cristian, mientras habla con Clarín en el pasillo de entrada a su casa de Valentín Alsina. Aún tiene la misma ropa con la que los ladrones se lo llevaron desde las últimas horas del domingo hasta ya entrada la madrugada de ayer. Todavía tirita. “Es que yo sólo salí a comprar cigarrillos con lo puesto, un jean, una remera transpirada y unas alpargatas. Había padecido el calor de todo el día y no pensé que iba a terminar muerto de frío. Me salvó que en el auto tenía un pulóver de hilo y a la madrugada me cubrí con eso cuando terminó el secuestro y estuve haciendo la denuncia en la comisaría. Todavía estoy shockeado, tengo una mezcla de cansancio y susto”.
Pese al infierno que vivió, Cristian, que trabaja como vendedor en una empresa del barrio porteño de Belgrano, se toma su tiempo para hablar con Clarín y trata de poner paños fríos. “Tengo que agradecer que no me hicieron nada, que estoy vivo”, dice, aunque su relato se hace dramático cuando cuenta que los ladrones, al ver que no tenía ni la billetera ni tarjetas de crédito o débito encima, le ordenaron ir a su casa. Pero Cristian se plantó: “Si me tienen que matar, mátenme acá, pero a mi casa no entra nadie”, les contestó. Y agrega ahora: “Yo tenía claro que iba a negociar con ellos cualquier cosa menos eso”.
No se arrepiente de haberlo dicho. “Seguramente pudo ocurrir que ahora no estaría acá contando esta historia, pero no me importa. Primero y ante todo no iba a permitir que tocaran a mi familia. Encima después me enteré que mi nene de 8 años le decía a mi mujer que yo no había entrado el auto, que no había vuelto porque no había sentido la puerta del garage. El ya sospechaba que algo raro pasaba”, recuerda Cristian.
Lo que pasaba es que había salido a las 22.20 del domingo a comprar cigarrillos. Sólo llevaba encima 20 pesos, un encendedor y las llaves del Peugeot 307 para guardarlo en el garage.
Fue allí cuando lo interceptaron. “Apenas los vi por el espejo, me dije: ’estoy perdido’, y me bajé enseguida para evitar cualquier otra cosa. Les dije que se llevaran todo. Me sacaron lo poco que tenía y la alianza. Y ahí me apretaron en el asiento de atrás, con tres pibes que iban conmigo. Uno me apoyaba el brazo en la cabeza para que no me levantara. Otro me apuntaba con un arma. Me pedían que no los mirara y que no dijera nada. En ese momento se te cruzan miles de cosas por la cabeza, pero me quedé tranquilo”.
Dentro del auto, recuerda, los ladrones revisaban todo y encontraron la llave de su oficina en Belgrano. Le dijeron que irían hacia allá, pero Cristian les advirtió que sonaría la alarma y que “en minutos la Policía los iba a rodear”, por lo que rápidamente desistieron.
Después tuvieron tiempo de preguntarle sobre la foto de un nene en unas tarjetas de invitaciones.
–“¿Este es tu hijo?”, le dijeron los delincuentes.
Cristian respondió: “Soy yo cuando tenía dos años. Lo que pasa es que cumplo 40 el 20 de noviembre y estoy preparando una fiesta con esas invitaciones”.
–”Ah, saliste lindo”, le dijo el que lo apuntaba con un arma a la cabeza.
Mientras todo eso ocurría, un patrullero había visto pasar el 307 con cinco personas arriba y comenzó a seguirlo para tratar de identificar a sus ocupantes. Ya no estaban en Lanús, sino en Villa Luzuriaga, en La Matanza, hacia donde los ladrones estaban llevando el coche. “Yo creo que estaban confundidos y medio perdidos, me preguntaron a mí cómo llegar a la General Paz y después aparecimos en ese lugar”, recuerda Cristian.
Cuando los ladrones vieron el patrullero, aceleraron. La víctima del asalto asegura que allí vivió su peor momento.
“La sirena sonaba y los ladrones aceleraban cada vez más. Pensé que me mataban. El auto se iba para todos lados y fue tremendo cuando volamos al agarrar la cuneta. Chocamos contra un poste. No puedo creer que solamente me hice un raspón”, dice, y muestra su brazo izquierdo con huellas de haber sufrido un fuerte golpe.
En ese momento, los cuatro ladrones se bajaron del coche, corrieron unos metros y le apuntaron al dueño de un Fiat Siena. Lo hicieron bajar y continuaron huyendo en este nuevo auto, aunque ya sin rehenes.
Cristian quedó solo en su coche chocado. “Cuando la Policía vino al auto me apuntó y les grité: ‘Este es mi auto, soy el rehén’. Se ve que me identificaron sin que insistiera mucho por la cara de susto que tenía”.
Allí fueron los vecinos los que ayudaron al hombre a llamar a su familia, que llegó desesperada un rato después.
Los asaltantes seguían escapando con el Siena hasta que perdieron el control unas cuadras más adelante y chocaron violentamente contra un árbol. El auto quedó completamente destruído. Dos de ellos murieron en el acto y otros dos quedaron gravemente heridos. Uno murió más tarde, en el hospital; el único sobreviviente de los ladrones seguía anoche en estado de agonía.
Dos de los asaltantes muertos eran menores. El otro tenía 25 años.
Cristian se enteró de cómo terminó todo cuando fue a hacer la denuncia a la comisaría de Valentín Alsina, ya en plena madrugada de ayer. “Fue terrible. Mientras esperaba, vi a la familia de los chicos ladrones llorando.Un drama. En un momento hasta me dieron pena. No puedo decir otra cosa. De todas formas, quiero que alguien haga algo porque esto es insostenible. Hay que buscar una salida a todo este problema de la inseguridad”.

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